Julieta era una bella joven que
se sentía perdida y desorientada, vivía sumergida en una profunda e
inexplicable tristeza, no era capaz de expresar sus emociones sin que en sus
azules ojos afloraran incontrolables lágrimas. Su belleza y dulzura eran opacadas
por un halo de tristeza que eclipsaba el brillo de su mirada; como las nubes
grises ocultan el brillo del sol en el invierno.
Un día, ya cansada de mirar toda
esa oscuridad abrumando su ser, decidió sofocar el último vestigio de fuego que
mantenía viva su hoguera; y así, empecinada en cumplir sus deseos, planeó
sumergirse en las heladas aguas del río para ahogar definitivamente su exiguo
fuego.
Busco su mejor vestido, peinó su
largo cabello, se miró al espejo y se dijo: “Esto es lo mejor que puedes hacer,
este pobre fuego ya no es capaz de iluminar tan inmensa oscuridad”.
En ese momento escucho una dulce
voz que le pregunto: ¿Realmente crees que es tu mejor opción?
Angustiada y a la vez intrigada
Julieta pregunto ¿Quién eres?
A lo que la voz respondió: Yo soy
quien soy; en cambio puedes tú decir quién eres.
Julieta asombrada se percato de
que era su reflejo en el espejo quien le hablaba; atónita, sin poder creer lo
que veía, con voz entrecortada respondió: Yo soy Julieta.
La voz de inmediato replico: te
llamas Julieta, pero ¿quién es Julieta?
La chica se quedo en silencio, no
supo que contestar, realmente nunca había pensado en qué era lo que definía a
Julieta, luego de recapacitar largo rato miro su reflejo y respondió - No lo
sé. Y con solo pronunciar esa frase sus ojos se convirtieron en una cascada de
aguas cristalinas, y es que, por primera vez, el alma de Julieta que durante
mucho tiempo había estado prisionera en la oscura mazmorra de la tristeza se
desahogaba.
-La voz inquirió ¿Cómo esperas poder
ser feliz si ni siquiera sabes quién eres?
-Julieta, sintiendo un fuego
abrazador que invadía todo su ser le gritaba: Yo soy Julieta.
-La voz continuaba preguntando:
pero, ¿Quién es Julieta? ¿Qué es lo que hace a Julieta, Julieta?
Julieta como un volcán a punto de
hacer erupción por un momento pensó en romper el espejo. Y la voz, como que
tuviera el poder de leer su mente, le dijo: ¿Crees que acabando conmigo
resolverás algo?
-Tal vez, respondió Julieta
blanqueando los ojos.
-La voz agregó: si huyes de ti
misma, cómo pretendes que otros quieran estar a tu lado.
-Julieta desesperada solo le
gritaba: no sé, no lo sé, de verdad no puedo ver quién soy, solo sé que siento
este nudo que ahoga mi garganta, que es como un frasco de amargo veneno que se
va derramando gota a gota dentro de mi ser.
-La voz repitió: ¿Veneno?
-Julieta: sí, veneno; que roba
mis fuerzas, opaca y enturbia la luz de mis días.
-La voz: y, ¿cómo llego allí ese
veneno que te ocasiona tantas vicisitudes?
-Julieta: no sé bien, no sé como
llego allí, pero es como un vacío enorme, se ve como un gran agujero negro que
no puede llenarse con nada.
-La voz: ¿has intentado llenarlo?
-Julieta: sí, muchas veces, pero
sólo consigo hacerlo más grande.
-La voz: ¿crees haber usado el
relleno adecuado?
-Julieta se mantuvo absorta en
sus pensamientos, y luego de un profundo suspiro, pregunto: ¿Cómo puedo saber
qué relleno es adecuado?
-La voz: podrías probar preguntándote
¿en qué parte de mi ser siento ese vacío?. Trata de escuchar los susurros de tu
cuerpo, observa si ese vacío tiene alguna forma.
-Julieta siguió los consejos de
la voz de su reflejo, cerró los ojos y se sumergió en lo más profundo de su
ser, dándose permiso de sentir, escuchar y ver todo lo que su ser quisiera
revelarle... De repente, un huracán de emociones con fuertes ráfagas de vientos
despejo su cielo y en medio de toda esa excitación dijo a la voz: por primera
vez puedo ver lo que hay en él, veo unas grandes raíces que emiten un aullido
de dolor ensordecedor, están muriendo lentamente porque yo olvide que estaban
allí, olvide cuidarlas y regarlas. Mirarlas me hace sentir oprimida, agobiada,
siento un vacío que duele en lo más profundo de mi vientre, es como un frío que
a la vez quema. Yo, soy el fruto de esas raíces que había dejado en el olvido.
Los ojos de Julieta parecían un
manantial del que no paraba de brotar agua. Continuó diciendo, ahora lo miro
claramente, como iba a poder florecer si mis raíces están muriendo, cómo puedo
dar frutos al mundo si mi fuente de vida se está marchitando porque yo elegí no
mirarla y nunca reconocí ni agradecí la vida que me obsequiaron. A partir de
hoy las regare y alimentare con todo este amor y esta gratitud que siento fluir
en mí.
-La voz: Ahora, ¿puedes ver quien
es Julieta?
-Julieta se limpió los ojos y con
serenidad respondió: sí, Julieta soy yo, soy una maravillosa flor que agradece
a sus raíces por permitirme florecer y ser capaz de obsequiarle al mundo mi
belleza, aroma y sanas semillas que darán origen a nuevas flores.
Oyendo esto, la voz del reflejo
en el espejo asintió y dijo: Gracias Julieta, porque yo soy esa parte de ti que
hasta ahora habías mantenido cautiva, a partir de este momento comenzamos a ser
una y podemos florecer juntas.
Desde ese momento la vida de
Julieta cambió, recobró el brillo de su mirada. Cada día cuidadosamente regaba
y alimentaba sus raíces con amor, gratitud y dedicación, presenciando como
revivían y se hacían más fuertes, lo que la llenaba de gran vitalidad y la
hacía sentirse bendecida por los rayos del sol y agradecida por todos los
regalos que ahora podía legar al universo.
-FIN-